#30 Poner la cabeza en otra parte
Prestar atención es restar atención si lo miras al revés.
¡Hola!
Esta es la trigésima carta que os escribo. Y la primera vez que lo hago con treinta años. No será la última. Lo prometo.
No sé si es algo que nos pasa a todas las personas, pero para mí es bastante frecuente que en los últimos meses del año la vida me pase un poco por encima. Solo un poco, que tampoco me quiero quejar demasiado. Llevo desde octubre con una lista de tareas por hacer enorme. Tan inacabable, que empiezo a pensar que estoy dentro de un sketch de Les Luthiers en el que la última palabra que dice uno se convierte en la primera del otro y no para y no para y la gente venga a reír y yo venga a tachar puntos de la lista. Pero por más que tache, la lista nunca se acorta. Por cada punto que tacho, aparece un nuevo champiñón. Y no sé si hay huevos suficientes en el mundo para hacer un revuelto de setas tan grande.
Me he dado cuenta de que si te escondes de la lista, cuando vuelves, ella sigue en el mismo sitio. Los deberes siempre te esperan. Sin embargo, lo que no espera son todas las cosas que pasan mientras tú estás haciendo los deberes. Así que esta semana, la primera de mis treinta, he buscado ratos para pasar un poco de las obligaciones. Solo un poco, porque si no la semana que viene acabaría hiperventilando y tampoco es plan. He hecho cosas que me apetecía hacer porque sí, como ver películas por la mañana, leer por la tarde o jugar con Enzo (mi hámster, porque sí, tengo un hámster, otro día os cuento más sobre él) por la noche. Y también me he puesto vídeos que me ponen de buen humor, como los de Recess Therapy. Yo los veo por Instagram, pero también están en YouTube.
Para los que no lo hayáis visto nunca, Recess Therapy es un canal en el que Julian Shapiro-Barnum entrevista a niñas y niños y sus respuestas nunca decepcionan. ¿Que por qué nos hacen gracia este tipo de vídeos? La respuesta obvia es que vemos a personitas muy pequeñas teniendo reflexiones de persona mayor y eso nos da ternura. Pero entre las cosas que he hecho esta semana porque sí, también está el sentarme en el sofá cabeza abajo y mirarlo todo del revés. Por eso, me planteo: ¿no será que las cosas que pensamos ahora ya estaban dentro de nosotros desde hace mucho tiempo, pero hasta que no hemos sido adultos no ha habido nadie que nos tomara lo suficientemente en serio? Cuando seas mayor lo entenderás. ¿No os suena esa frase? Maldita frase.
En uno de los últimos vídeos de Recess Therapy, Rihanna le pregunta a Miles qué podríamos hacer para no estar pensando todo el rato, a lo que Miles le contesta que simplemente hay que mirar a todo lo que nos rodea, porque mientras estás mirándolo todo no puedes ponerte a pensar. Toda la razón, Miles. Toda la razón. Viendo este vídeo, me acordé de un fragmento de Hamnet de Maggie O’Farrel, que está justo en las primeras páginas del libro, en el que se describe a Hamnet como un niño un tanto despistado:
“Hamnet es un chico despierto: en la escuela, entiende bien las lecciones del maestro. Comprende la lógica y el significado de lo que le explican y tiene buena memoria. Se le dan bien los verbos, la gramática, las conjugaciones, la retórica, los números y los cálculos, tanto que a veces despierta la envidia de sus compañeros. Pero también se distrae con facilidad. Si en clase de griego oye un carro que pasa por la calle, enseguida desatiende la pizarra y se pone a pensar en qué llevará el carro y en lo bien que se lo pasaron aquel día sus hermanas y él, cuando su tío los llevó a dar una vuelta en el carro del heno entre pinchazos y olor a hierba recién segada, y las ruedas arrastrándose al ritmo de los cascos y la cansada yegua. En las últimas semanas lo han azotado más de dos veces en la escuela por no prestar atención (su abuela ha dicho que si esto se repite una sola vez más, se lo contará a su padre). El maestro no lo entiende. Hamnet aprende rápidamente, recita de memoria, pero no pone la cabeza en la tarea.”
¿Es normal sentirse identificada con un niño del siglo XVI? Quitando los azotes, esta podría ser yo. De niña y de mayor. Y otra vez, me doy la vuelta y pienso que quizá el problema no es que Hamnet se distraiga, sino que las normas y las circunstancias no le dejan concentrarse bien en todo lo que le rodea. Y al final, eso también es una parte importante de la vida. Esa mosca que se agobia porque no sabe por dónde salir de tu casa. Esa vecina que canta canciones de salsa a grito pelado cada mañana mientras limpia la casa. Ese olor a café tostado que sube del local de abajo. Qué más darán las declinaciones si al otro lado de la ventana pasa un carro a toda prisa.
Poner la cabeza en la tarea está bien, pero poner la cabeza en lo que te rodea es más placentero. Quizá te pierdas un ratito de concentración en la clase de griego, pero a cambio ganas el olor a hierba recién segada. A mí me compensa hacerle un poco más de caso a mis sentidos y acordarme de cosas que pueden parecer más estúpidas, pero que son mucho más reconfortantes. Todavía no sé qué pasará al final con el señor Kimmel en El cuchillo de Patricia Highsmith, pero sé que le gusta desayunar tostadas con queso crema. Y puede que ya no recuerde el final de Goodfellas, pero vería una y otra vez ese momento en el que Pauli se pone a cortar el ajo para la salsa de la pasta con una cuchilla de afeitar, porque ya que están en la cárcel, al menos tendrán que comer bien.
Me gusta pasar la yema del dedo pulgar por el montón de hojas de un libro y sentir la suavidad del papel. Me gusta escuchar las patitas de Enzo golpeando su platito de comida. Me gusta ver las manzanas enormes que dibuja mi amigo Sergio Dosal con las ceras. Me dan ganas de tocar la manzana, pero no lo hago porque me mancharía y de paso, le estropearía el dibujo. Me gusta fijarme en el sonido del teclado y perder el hilo de lo que estaba escribiendo. Porque sí, de vez en cuando me gusta sacar la cabeza de la tarea y ponerla en muchas otras partes. Como le pasaba a Hamnet, como recomienda Miles, como hacen Les Luthiers y como pasa en todas las historias que son verdaderamente buenas. Puede que eso no sea una distracción, sino una forma de volver a estar justo donde debes estar. O puede que simplemente me haya acabado mareando por estar tanto rato cabeza abajo.
Cosas de pájaras 🦜
Gracias a The Gaze (@thegaze_art en Instagram) he descubierto que además de mirar el paisaje que te rodea, también puedes escucharlo. En eso consiste Songs of the Horizon, un proyecto del artista Werner de Valk, para el que ha desarrollado un software que escanea el perfil de un paisaje a través de unas líneas verticales. Cada objeto que forma la línea del horizonte tiene una sonoridad dintinta, según lo recto o irregular que sea. Y por eso, en este sistema, los pájaros serían el equivalente a los gorgoritos. Le añaden un poco de barroco a unas piezas que por lo general, son bastante minimalistas. Ser pájara es ser un poco barroca. Es lo que hay.
Aviso importante 🚨
Debido a mi larga lista de cosas por hacer, esta pájara va a tener que ausentarse de vuestros mails durante dos semanas. Mientras tanto, podéis aprovechar para poneros al día con las cartas que no habéis podido leer todavía, hacer macramé, iros de fiesta, mirar el techo… Las posibilidades son infinitas. Nos volveremos a ver el viernes 13 de diciembre. Ni que fuera yo Jason Voorhees.
Muchísimas gracias por leer. Y por poner la cabeza donde te parece mejor.
Si mientras leías esto has pensado en alguien, envíaselo 🎁.
Si te lo han enviado y te apetece suscribirte, este es el momento ❤️🔥.
Y si quieres dejarme un comentario o responderme por mail, por favor, no te cortes, que me hará mucha ilusión 💗.
¡Nos vemos en el próximo avistamiento!
Uuff, es que ver una peli por la mañana y apreciar sonidos domésticos es lo más terapéutico que hay. Hacer necesarias las cosas aparentemente innecesarias 🫂