¡Hola!
Antes de nada, quiero daros las gracias por haberos suscrito a Vista de Pájara y haber abierto este mail (o este post, si me leéis desde la App) en cualquier preciado minuto de cualquiera de vuestros preciados días. Sois un montón ya, no sabía que podíais llegar a ser tantas personas, y lo único que espero es que de este ratito de lectura os llevéis al menos un suspirito de alivio para calmar un poco vuestras ansiedades, que sean las que sean, las entiendo completamente, porque es muy probable que las comparta. Bienvenidas, queridas aves suscriptoras. A partir de ahora, este también es vuestro nido. Y ahora ya sí, vamos al lío.
Imagínate que estás en una sala de cine. Es la sala más cómoda en la que has estado nunca. Tienes un cubo de palomitas (o de lo que más te guste) entre las manos, tu bebida favorita en el posavasos y ya has puesto el móvil en modo avión. Se acaban de apagar las luces. Actúa como si el texto que tienes ante ti fuese una peli de Hollywood de los 90. Ya se oye la música de The Pájara Studios y aparece en pantalla una pajarraca gigante rugiendo como un león. ¿Te lo has imaginado? Muy bien, empecemos.
Hace unos días me salió en Instagram un fragmento de la entrevista que le hicieron a Karla Sofía Gascón en El País por su reciente nominación a mejor actriz por la película Emilia Pérez en los Oscar. Decía que últimamente se hablaba casi todos los días con Demi Moore, porque las están nominando a ambas a las mismas categorías en todos los premios. Y que no paraban de echarse flores la una a la otra. Pienso en todas las veces que yo le digo a mis amigas cuánto se merecen lo bueno que les pasa. Menos de lo que debería. Me acuerdo del día que me prometí que empezaría a tratarme a mí misma como lo harían mis mejores amigas. Estoy mejorando. A las chicas de los 90 no nos enseñaron a admirarnos entre nosotras, pero estamos recuperando el tiempo perdido. Y esta es la parte de la historia que gusta a todos los públicos. Se oyen risitas de complicidad y en el aire se pueden sentir las sonrisas de toda la audiencia.
Sin embargo, Karla también dijo: “No me voy a sentir feliz si gana una persona que no sea yo”. Esta es la parte que ya no gusta tanto, en la que puede que haya algún progenitor alarmado, tapándole los ojos y las orejas a su querida e inocente descendencia. Pero por más que pique, es la verdad: es imposible que te alegres de que gane otra persona tanto como si hubieses ganado tú. Puedes pensar que es una victoria justa, que ella también se lo merecía, puedes racionalizarlo tanto como quieras, pero al final, lo que todos queremos, sobre todo después de que nos nominen a un Oscar, es ganar. Pienso en todas las veces que a mi alrededor he visto a gente alegrarse de la derrota ajena. Yo solo me alegro en los casos en los que considero que es justicia poética, pero es probable que eso no me excuse. Lo siento. No me siento orgullosa de ello. A las chicas de los 90 nos enseñaron que para ser las mejores había que pisotear a las demás. Y a la vez, que cuando ganes, no puedes alegrarte demasiado, porque si no asustarás a los hombres. Sabemos que en esa frase Karla dice toda la verdad, pero no estamos acostumbrados a decirlo en voz alta. En estos casos suele salir a relucir la humildad y llevamos tantos años creyendo tan ciegamente en ella, que hemos acabado convirtiéndonos en unos espectadores de la realidad un tanto hipócritas.
Siguiente escena: aquí la narradora nos cuenta lo que opina de la humildad. Hace unas semanas, en una merienda familiar, una de mis primas me dijo que las gafas que llevo me quedan genial y yo le respondí que gracias y que a mí también me lo parece (porque en realidad no es un tema opinable, es un hecho). Y mi madre no pudo evitar sorprenderse y empezar a reír. No era la respuesta que ella esperaba. Es normal, soy consciente de que no respondí de la forma más habitual. Pero es que últimamente ya no escondo lo que creo sobre mí misma. Si me veo guapa y alguien me dice que estoy guapa, le doy las gracias, pero también la razón. ¿Por qué? Entra flashback.
Ser una niña empollona me enseñó que no todas las personas son capaces de alegrarse de las victorias ajenas. Quien se haya topado de cara con la envidia, sabe que es dolorosa y que es capaz de pudrir en pocos segundos las satisfacciones propias, sobre todo cuando una es una niña que cree poco en sí misma. Por aquellas, la humildad fue mi mecanismo de defensa, un escudo con el que pretendía protegerme del daño que causa el desprecio en una piel tan fina. Flash forward: cuando la humildad se usa como parapeto durante demasiado tiempo, acaba consiguiendo que creas menos en ti misma. Porque repetirse una y otra vez que tus logros no son para tanto cuando en realidad sí lo son no es muy saludable. Pero es lo que se espera de una chica de los 90, porque si no asustas a los chicos y ya no quieren ser tus novios.
Por suerte, después de ser una niña empollona, pasé a ser una chica curiosa, un poco divertida y bastante torpe, recién salida de un guion escrito entre Nora Ephron y Phoebe Waller-Bridge. Y eso me ha llevado a juntarme a lo largo de los últimos quince años con personas increíbles, de las que he aprendido que mientras la envidia es una máquina cortacésped que va sola y rebana las piernas y los dedos de todo aquel que se encuentre en su camino, la admiración es un restaurante de carretera del norte de España en el que pides un platito de sopa y te sirven una olla enorme y humeante. Y al final, tanto el cortacésped como la olla de sopa son parte de la misma peli. Vas a pasar sí o sí por las dos escenas, pero por suerte, la peli la diriges tú, así que nadie más que tú puede decidir a cuál de esos sentimientos quiere darle más minutos en pantalla.
En mi peli, yo me he convertido en una recomendadora profesional. En mi cabeza hay un montón de escenas eliminadas, en las que me vengo de un montón de personas que sin duda se merecen lo peor. Pero en la realidad, intento dedicarme tanto como puedo a hablar bien y mucho de las personas que hacen las cosas bien. Porque me he dado cuenta de que cuando a las personas que te rodean les va bien, a ti te va mejor. Es como la teoría de que si eres feo y te rodeas de un grupo de guapos acabas pareciendo más guapo, pero adaptada al 2025 y respetando todas las sensibilidades.
Yo te recomiendo recomendar, porque cuando pasas más tiempo recomendando y menos criticando, la piel se te pone más brillante y la gente te sonríe más y te empiezan a pasar cosas bonitas, como que te recomienden a ti también. Y empiezas a sentir un calorcito en el pecho al que se le suele llamar agradecimiento y de repente te apetece creer un poco menos en la deriva y poco más en la posibilidad de que las cosas puedan acabar saliendo bien. Ya os he dicho que esto era una peli de Hollywood de los 90, así que tenía que tener un final feliz.
Por cierto, el malo de esta peli no es el pobre mayordomo, sino el rico que te quiere hacer creer que si estamos separados estaremos mejor. ¿Te cuento un secreto? Mientras te anima a que señales con el dedo a la persona que está justo un escalón por debajo de ti, te está pisando la cabeza desde veinte escalones más arriba. Digo pocas cosas, pero creo que se me entiende.
FIN
A Lilit, que me enseñó a tirar piropos sanos, y a Nerea, que me enseñó a recibirlos bien.
Unas cuantas recomendaciones amistosas 🫶
Un libro perfecto para esos días en los que lo único que quieres es hacerte bola en el sofá y estar tapada con una manta muy suave, mientras una amiga te acaricia el regazo y te dice que todo va a estar bien.
Una newsletter para cuando estás enfadada con el mundo porque cada vez trabajas más y ganas menos y la única persona que te puede tranquilizar es una amiga.
Una canción que he escuchado en bucle estas últimas semanas y que no puedo evitar cantar en voz alta. Desde aquí quiero pedir perdón a mis vecinos e invito a mis amigas a que la canten conmigo.
Cosas de pájaras 🦜
Mi descubrimiento de la semana ha sido que existen unos premios de fotografía que se llaman Comedy Wildlife Photography Awards. Y el nombre no engaña. En su web, los creadores explican que su intención era crear un certamen más desenfadado y menos pretencioso que los que se suelen ver en el mundo de la fotografía de animales, porque están convencidos de que el humor es una forma mucho más eficaz de captar la atención de las personas e inspirarlas a proteger los entornos naturales. Aquí va una selección de mis fotos de aves favoritas, entre las finalistas de los últimos cinco años.
(He decidido omitir los títutlos de las fotos, porque me parece mucho más divertido que cada piense el suyo. Si se os ocurre algo gracioso, que estoy segura de que así será, dejadlo en los comentarios y así lo disfrutamos en grupo.)
Muchísimas gracias por leer. Y por recomendar cada vez más y mejor.
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¡Nos vemos en el próximo avistamiento!