¡Hola!
¿Estás leyendo esto mientras caminas hacia el trabajo? Te propongo que dejes de hacerlo. Primero, porque te vas a caer. Créeme, que de eso yo sé mucho. Pero sobre todo, porque mientras caminas están pasando a tu alrededor un montón de cosas interesantísimas que te estás perdiendo. Y para qué, ¿para leer esta farsa? Venga, va, guarda el móvil y mira por dónde vas. Ya me leerás luego, en la comodidad de tu silla de oficina, en la salita del café o en el mejor de los casos, desde un sofá. Te prometo que el texto seguirá aquí cuando vuelvas.
¿Ya has llegado? ¿Estás quieto y cómodo? Perfecto, porque hoy justo quería hablarte de eso: de caminar. Algo que la mayoría de las veces yo hago sin pensar. No sé vosotros, pero yo soy capaz de caminar del punto A al punto B y llegar a B sin tener ni idea de cómo lo he conseguido. Me imagino que a mi alrededor no ha pasado nada grave, pero no puedo confirmarlo, porque no me he enterado de nada. He llegado a esta conclusión viendo los vídeos de @franchi_______, un chico que camina por la calle pensando tanto en que está caminando por la calle, que es capaz de reinterpretar las cosas que ve de las formas más surrealistas que te puedas imaginar.
“Esto es cine amigos” es una serie de vídeos que recopilan pequeños detalles de la ciudad de Buenos Aires y de sus habitantes, que Franchi transforma en historias divertidísimas. El formato no tiene desperdicio. Creo que mi favorito es este, aunque es difícil quedarse solo con uno.
Por si hay alguien que no pueda o no quiera entrar en Instagram, os transcribo un gag: vemos a un adulto sentado en una fuente, sujetando un patinete infantil, esperando. Y mientras tanto, oímos la voz de Franchi: “Dicen que la fuente de Plaza Armenia te cumple los deseos. Mirá a este nene, tiró una moneda, pidió ser grande y se volvió grande. No sabe qué hacer, está esperando a que lo vengan a buscar los padres.”
Desde que me descubrieron esta cuenta, no he podido parar de mirarla y de reírme. Y tampoco he podido parar de pensar en cómo habitamos las calles de la ciudad. En general, lo hacemos con prisa y sin prestarles mucha atención. Tiene que ver con la rutina. Lo normal es que las rutas que haces en tu día a día siempre sean iguales. Las mismas calles, los mismos locales, la misma cantidad de coches, los mismos ruidos. En mi caso, muchas veces tengo tan visto el camino que me pongo los auriculares y escucho un podcast. Y en esas condiciones, es difícil pararse a observar lo que pasa alrededor de una.
Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que le daba la vuelta a cada adoquín que pisaba. Mis paseos de niña eran una fuente inagotable de diversión. Cruzar un paso de peatones era una prueba de equilibrio extrema, en la que podías caer al vacío si los pies se salían de los rectángulos blancos. Veía persianas cerradas y me imaginaba que lo que estaba pasando detrás tenía que ser increíble. También pasaba un mal rato terrible cada vez que tenía que sortear una caca de perro. Pero eso no era divertido ni entonces ni ahora.
Era una época dulce, en la que cuando viajaba en avión me imaginaba que en realidad no volábamos, que solo nos suspendían en el aire durante un ratito con unos hilos transparentes de nylon, mientras un equipo de trabajadores muy rápidos cambiaban el escenario de abajo, para que todos los pasajeros del avión pudiésemos estar en otro lugar al aterrizar. Una idea un tanto terraplanista, lo reconozco, pero no me digáis que no sería divertido.
Ver a Franchi tomándose tan en serio (y tan en broma) cada cosa que ve, me hizo recordar que la calle está llena de posibilidades cuando la paseas de verdad. Mirando hacia todas partes, leyendo todos los letreros, fijándote bien en los movimientos de los transeúntes. Así que estos últimos días, he intentado apartar por un momento los podcasts y caminar con la única compañía de la calle. Y han pasado cosas.
Me he dado cuenta de que cerca de casa tengo una ferretería en la que son expertos en judo y probablemente especialistas de cine, porque tienen en un cartel fuera enorme que dice “DUPLICAMOS CUALQUIER TIPO DE LLAVES”.
También me ha maravillado ver a profesionales del estilismo ofreciendo servicios súper especializados, como la Peluquería Caballeros Rodríguez, donde desde 1945 le cortan el pelo únicamente a hombres que se apelliden Rodríguez. Se trata de un nicho, pero es un nicho amplio, porque es el segundo apellido más común en España.
En un paseo en buena compañía, nos dimos cuenta de todo lo que le debemos a los pintores de casas en cuestión de derechos laborales. Porque sin duda, son el sector más pionero en el ámbito del teletrabajo: “PINTOR A DOMICILIO”, anunciaba una pegatina en una farola. Empezaron mucho antes de la pandemia con este modelo tan conciliador y ahí siguen. Bravo por ellos.
Otra alegría fue ver que poco a poco las ciudades se van adaptando a la diversidad e integran nuevas realidades en su funcionamiento cotidiano, con innovaciones como el semáforo para palomas. Os explico: han puesto a una paloma posada justo encima del semáforo para peatones. Si la paloma está parada, sus compañeras aladas se tienen que parar. Si sale volando, ya pueden seguir volando y cagando a los coches y humanos que sobrevuelan a su antojo. Las barreras arquitectónicas que afectan a los humanos siguen estando ahí, pero bueno, poco a poco. Ya sabéis que estas cosas van despacio, muy, muy despacio.
Me ha gustado reconectar con esa parte de mí que es capaz de ver un poco más allá de las cosas y volver a pasear pensando en pasear. Ha sido fácil: solo he tenido que acordarme de volver a mirar a mi alrededor. Y como siempre, avanzar una pierna por delante de la otra de forma alterna, accionando así un mecanismo casi mágico con el que puedes ir a cualquier parte que quede a una distancia razonable.
Así más o menos es cómo se daría un paseo clásico. A partir de ahí, cada uno es libre de añadirle los detalles y complementos que prefiera para darlo a su gusto. Por ejemplo, un skate, un patinete, una correa y un perro que quiera tirar de ella, una bicicleta, un bolso de mano, un cochecito de bebé, un café para llevar, unos auriculares o simplemente, tu imaginación.
Más instrucciones poco instructivas 🕰️
Es probable que esta referencia sea más que conocida por todos vosotros, pero vale la pena recordarlo por si hay alguien que todavía no lo haya leído. Os suena Julio Cortázar, ¿no? Bien, pues en su libro Historias de Cronopios y Famas tiene un apartado al que llamó “Manual de instrucciones” y en el que el bueno de Julio nos recuerda cuáles son los pasos a seguir para realizar tareas y otras cosas que probablemente nos resultarán familiares, como llorar, cantar o matar hormigas en Roma. Esta última quizá no sea tan común, pero nunca se sabe a qué situaciones te puede arrastrar la vida.
Mis favoritas sin duda son las “Instrucciones para subir una escalera”, el “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” y las “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”. Una aclaración por si hay algún lector por aquí que haya nacido después del 2000 (así me consta): hubo una época en la que no había móviles que daban la hora y los smartwatches eran watches a secas, e incluso una época anterior en la que no eran automáticos y había que darles cuerda. Lo de subir escaleras todavía se hace, así que de eso no digo nada. Teniendo esto presente, id corriendo a leeros estas instrucciones, porque estoy segura de que os encantarán.
Cosas de pájaras 🦜
Vuelvo de nuevo a El Gran Libro de los Pájaros, porque en él he encontrado un poema perfecto para el tema de hoy. Se llama Cuervo caminando, es de Grace Butcher y dice así:
Cuervo caminando
para verlo todo al nivel del suelo,
el paisaje tan nuevo bajo sus patas
como viejo es el aire bajo sus alas.
Y esto todo por hoy. Muchísimas gracias por leer. Y por caminar las calles con ganas.
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¡Nos vemos en el próximo avistamiento!