¡Hola!
¿Qué tal? ¿Cómo fue Sant Jordi y/o el Día del Libro? ¿Lo habéis celebrado? ¿Os han regalado algún libro? ¿Os lo habéis regalado a vosotros mismos? ¿Habéis ido a alguna firma? ¿O simplemente habéis disfrutado del paseo pausado (y muy probablemente aglomerado) entre libros y rosas? Voy a aprovechar que esta semana todo el mundo ha estado hablando de esto para hacer lo mismo. Pero en mi caso, quiero hacerlo al revés. No quiero hablaros de la importancia de la literatura. Más bien quiero transmitiros un mensaje de calma, sobre todo a las personas que no leéis de forma habitual, porque en realidad, leer no es tan importante. Y antes de que cunda el pánico entre las personas lectoras, dejad que me explique.
Hay mil razones por las que una persona puede considerar la lectura como una actividad importante en su vida. Y seguro que de esas mil, unas ocho cientas son trascendentales. Pero al final, mi motivación principal (y supongo que la de muchas otras personas del mundo) es que disfruto haciéndolo. Como ya comenté en la newsletter #1, parte de mi equilibrio mental está ligado a poder leer un poquito cada día, ya sea un libro, una entrevista, una columna, una newsletter, un poema o incluso la etiqueta del champú.
Si leer se ha convertido en algo tan normal y tan básico para mí es precisamente porque no es una obligación, sino más bien una acción placentera. Y a veces las personas que no han encontrado nunca ese alivio en las páginas de un libro se sienten mal e intentan justificarse ante ti, como si no ser lectoras las convirtiese en peores personas. Nada más lejos de la realidad. Se me ocurren unos cuantos personajes horribles a los que leer no les ha salvado de serlo. Y seguro que a ti se te ocurren otros tantos.
Sabina Urraca reflexiona sobre ello en este texto:
“Odio cuando alguien dice «Ay, tengo que leer, no leo casi nada», como pillado en falta, como avergonzado, como arrodillado frente a un dios lector despiadado, como señalando con apuro un hueco sin escalar oculto detrás de un jarrón y tapándolo de nuevo enseguida. No hace falta leer. Ninguna falta. Nos hemos empeñado en alicatar con baldosín bien brillante esa idea de la persona virtuosa con un libro en la mano, del ser en armonía devorando una novela (brrrakjjjjj, vomito, no puede ser más repugnante esa expresión). Es mentira. No. No hay que leer. Lo que sí hay que hacer es intentar ser buenas personas, esforzarse, detenerse un momento y pensar cómo se está actuando y por qué. Esa es la lucha. Eso sí. ¿Pero leer? Leer, no. Sería injusto para el inmenso placer que puede ser leer que alguien se obligase a sí mismo a leer. Leer no merece ese sudor. Leer sólo merece placer. Leer es algo que brota o no brota. No se puede hundir la mano en la tierra y estirar de la raíz, porque eso lo mata todo.”
No podría estar más de acuerdo con ella. Y creo que el origen de este malestar por no hacer algo que uno no quiere hacer reside justamente en el alicatado “con baldosín bien brillante” . Hay quien piensa en los libros como en una tienda cara, de esas que exponen una pieza de ropa cada 500 metros y no ponen el precio en las etiquetas, de esas en las que entrar da hasta vergüenza. Creen que los libros no están hechos para ellos, que son algo inalcanzable, intocable.
Por eso, cada vez estoy más convencida de que el primer paso para que todas las personas nos acerquemos a la literatura es dejar de pensarla como algo sagrado. Sacar a los libros del pedestal en el que a veces los colocamos. Quitarles esa pátina de potenciador de estatus que parecen tener (una chorrada de primera categoría) y devolverlos a la calle, a los bancos del parque, a los sofás, las mesitas de noche, los vermuts y las sobremesas.
El Barroquista, historiador del arte y divulgador, cuenta que Shakespeare introducía en sus textos pequeños guiños en los que hablaba de las peleas que se montaban en el corral de comedias mientras se interpretaban sus obras de teatro. Esto del silencio sepulcral y los aplausos oportunos en el teatro y la ópera no siempre fue la norma. Unos pocos siglos atrás, la cultura no merecía el respeto y adoración que ahora parecemos darle, porque solo era una forma de ocio más. Y qué razón tenían.
Los libros, como cualquier otra forma de arte, están para divertirse, para sentir, para poder comprender la vida de otras personas con las que nunca nos podremos topar por incompatibilidades en el tiempo y el espacio. Los libros tienen la capacidad de que la soledad se vuelva una condición deseada. Y en compañía, pueden ser el desencadenante de las mejores conversaciones. Porque quien lee sabe que los salseos más jugosos están entre sus páginas. ¿Conocimientos? Algunos. ¿Pero salseos? Todos los que quieras.
Lo dicho: leer no es importante. Lo verdaderamente importante es sacudirse el miedo del cuerpo y atreverse a encontrar la diversión de formas distintas. Acercarse a las palabras desde nuestros propios intereses: el deporte, la comida, el amor, el sexo, la comedia, la intriga, la sangre, las cosas peludas, los objetos punzantes… Todo nos sirve cuando se trata de engancharnos y entender que hay un mundo más allá de la “lectura obligatoria” que te hizo odiar la lectura. Olvida todo lo que te han dicho sobre lo que es bueno y lo que es malo: tú busca un buen cómic, sustituye un ratito de móvil por un cuento o ponte un revistero en el cuarto de baño. Hazlo como quieras, pero por favor, piérdele el respeto a Shakespeare.
Mucho más que libros 📚
Cuando descubres que la literatura puede ser tu parque de atracciones particular, con menos colas, menos mareos y sobre todo, menos personas disfrazadas de dibujos animados, te das cuenta de que el libro no es más que un formato entre muchos otros. Y que las editoriales top están bien, pero que en el mundo de las editoriales indie y la autoedición también se esconden verdaderas joyas.
Los fanzines son una de las formas más libres y sinceras de crear y publicar historias. Yo todavía sé muy poquito de este mundo, pero este año he tenido la suerte de conocer a personas que sí saben de qué va y gracias a ello, me he topado con lecturas tan divertidas como Comer en Marte de Oliver Mancebo.
Y ya que estoy, aprovecho este espacio para hacer una mención especial a las personas que me han descubierto este nuevo mundo. Gracias a Isabel Torres y a Andrés Ramirez, creadores de la editorial Tabletimes, que en estos últimos meses se han convertido en mis recomendadores oficiales de cosas bonitas e interesantes. Y a Jaume Vadell, ilustrador y creador del cómic Hormigón, que me invita a todas las movidas fanzineras que organiza con sus amigas en Mallorca (el Mallorzines, por ejemplo). Entre los tres habéis creado un monstruo y puede que algún día os arrepintáis de ello. Ojalá que no.
Cosas de pájaras 🦜
Hacía tiempo que tenía ganas de mostraros este poema y hoy por fin he encontrado la excusa perfecta. Porque para que los lectores se tomen la lectura menos a pecho, necesitamos a artistas que se tomen lo suyo como un juego. Y en eso @nachogarciaaaaaa es un experto. Ahí va el poema:
Muchísimas gracias por leer. Y en general, por leer menos en serio.
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¡Nos vemos en el próximo avistamiento!
Madre mia!!! Necesito un cubo más grande para mi "babita""Me ha encantado de nuevo!!